Quiero compartirles una experiencia de hace unos dos años, pero presente en mi vida desde ese día!.

Me dijo me llamo Alfredo y empezó a hablar: no piense que este es mi estado normal, estoy así porque anoche era la celebración de la graduación de mi hijo, discutimos y me agredió físicamente y aunque me golpeo muy fuerte su puño no me dolió, mi amargura se debe a todos los
sacrificios en los que incurrí para que él en particular lograra su objetivo, me dolieron sus palabras desagradecidas y su desconsideración al
levantarme la mano, no soy un cobarde pero no le devolví el
golpe porque siempre he considerado que lo que se ama no
se maltrata, por lo mismo entendí que mi hijo no me ama, se que el alcohol no es la mejor opción pero fue mi reacción primera.
Me contó muchísimas otras cosas y pude apreciar que Alfredo era tan o más educado
que yo, muy respetuoso en su trato y una excelente
dicción.
Lección: mi prejuicio en ese momento me hizo convertir a un
hombre de bien con un corazón herido, en un borracho
delincuente, que según su aspecto podía asaltarme y agredirme, el agradeció que
yo lo escuchara porque su corazón se sentía aliviado, yo agradecí y
agradezco que él me enseñara que no todo lo que nuestros ojos físicos pueden
ver es lo real, hay cosas invisibles que son mucho más importantes, cada
persona en un momento determinado puede actuar de formas impensables sin que
esto defina su esencia y no es nuestro trabajo señalar y juzgar,
nuestro trabajo es SER cada día más humanos.
Desde ese día siempre que mi mente quiere instalar un prejuicio el
recuerdo de Alfredo llega sin duda, nunca más lo he vuelto a
ver, tampoco sabe que me enseñó algo valioso, pero espero esté muy
bien donde quiera que esté.
Un dulce abrazo.
Siempre Agradecida. Dios ha sido bueno!
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