Mientras observaba que había una forma
en la que cada uno podía resolver sus problemas la voz de mi pareja
hacía eco en mi oído cuando decía: “es cuestión de supervivencia, cada uno
encontrará el modo de resolver sus situaciones, solo por instinto a permanecer”
y afirmé mi convicción de que debemos
vivir y dejar vivir a los demás, pero no solo en sus etapas de
bienestar, también en sus etapas difíciles, considerando que cuando resolvemos
el inconveniente de alguien cada vez que se le presente, anularemos la
oportunidad de aprendizaje de esa persona, la estaremos acomodando de forma tal
que le robaremos la oportunidad de la búsqueda por lo mejor en la que todo ser
humano sano y despierto debe involucrarse.
En mi opinión muy personal, es el impulso de desarrollo, de consecución,
de búsqueda, lo que nos mantiene vivos, las pasiones que despiertan en el
camino de esa búsqueda, las cosas que descubrimos, que aprendemos, las
posibilidades que creamos, el propósito que
seguimos, lo que le da sentido a nuestra vida y sobre todo la responsabilidad
que cada uno asume de su propio bienestar.
Por lo que una forma de amor genuino, es liberarnos del falso amor que
implica resolver la vida de los demás evitando que ellos vivan, eliminando el
sentimiento de merecimiento que crean, sintiéndose incluso insatisfechos por lo
que reciben, invitándolos a que tomen sus propias decisiones y asuman sus
consecuencias, dejar de invertir tiempo, esfuerzo y energía en una forma de
amor improductiva para el amado y amarlos mejor, permitiéndoles vivir, asumir,
afrontar, costear su propia vida.
Debemos ayudar? SI, en la medida de lo razonable, sin cargarnos, sin
eliminar la responsabilidad de que cada uno genere sus propias soluciones.
Debo darle el pescado? No, lo invito a pescar y le muestro como tener su
propio pescado.
No quiere aprender a pescar? Suéltelo, ya encontrará la manera.
Solo vivir y dejar vivir.
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